Sus tres hombres. MilHee Shim estaba sentada a la cabecera
de su marido y los veía mientras intercambiaban palabras acaloradas que
aumentaban de volumen.
-Por favor, mantengan sus voces abajo - insistió ella,
aunque sabía que la iban a ignorar.
Ella había sido suficiente para su marido hasta que la
crisis de la edad madura al cumplir cincuenta dio lugar a que persiguiera
mujeres cada vez más jóvenes. Había perdido a YooChun, su bebé, hacía años por su
imponente padre. En cuanto a ChangMin, quien siempre había sido un firme
creyente de la fidelidad, se había alejado de ella cuando no dejó a MinChang.
ChangMin no comprendía que ella había sido educada para valorar los votos que
había intercambiado con su padre.
-Tengo que hacer una llamada telefónica – gruñó ChangMin, y
salió de la habitación. Ella suspiró. Su hijo estaba tan involucrado en el
negocio. Deseaba que pudiera encontrar a alguien y sentara cabeza.
-¡Asegúrate de no arruinar mi compañía! – MinChang le gritó.
-Tengo que llamar a Dambi y Micky si quiero hablar con ellos
antes de su hora de dormir - dijo YooChun, y MilHee se encontró retorciéndose
los dedos. Había pasado tanto tiempo desde que había visto a sus nietos.
-Diles que la abuela les envía abrazos y besos.
Por supuesto, YooChun salió de la habitación sin responder,
y ella suspiró.
-¿Cómo puedes soportar llamarte así? - MinChang gruñó. Él
nunca había aceptado hacerse mayor, incluso con algo de gracia y dignidad.
-Es lo que soy. - Ella le sostuvo la mirada - Tengo algo que
decirte, Chang.
-No me has llamado así... - En todos los años desde que
había decidido no seguir siéndole fiel. - Bueno, no te quedes sentada
allí como una estatua. ¿Qué sucede?
-Cuando el doctor Lee entre, escucharás lo que tiene que decir.
-Yo no voy a hacer lo que…
-Cuando el endocrinólogo entre, también lo escucharás.
- Ella continuó como si no hubiera tratado de interrumpirla. Con demasiada
frecuencia ella le permitía que la callara, y ahora miren dónde estaban - Si no
lo haces... si persistes en ignorar lo que tus médicos aconsejan... Te voy a
dejar. - Sabía que no era una gran amenaza, pero ella esperaba poder sacudir su
conciencia. Después de todo, nunca había expresado sus objeciones antes, cuando
se había llevado a su primera secretaria a la cama, ni cuando había tenido un
romance con la hija de uno de sus mayores inversionistas, lo que había
precipitado que ChangMin adquiriera la empresa.
-¡No hablas en serio!
-Lo digo muy en serio. Sabes que he aceptado la forma en que
me tratas hasta este punto, pero aquí se termina. Me niego a hacerme a un lado
y permitir que te mates.
-Yo no…
-Lo harás. Te conozco, Chang. Estás
aterrorizado de que tus jóvenes novias no te vean dos veces si te falta un pie
o una pierna, por lo que estás dispuesto a pasar por alto lo que sabes
muy bien. Bueno, ellas no te aceptarán si no estás completo, pero yo lo haré. -
Ella se puso de pie - Voy a estar en la cafetería para conseguir una taza de
café. Piensa en lo que te he dicho. Si te niegas a considerar lo que tus médicos
te están diciendo, entonces cuando me vaya esta noche, no me volverás
a ver. Voy a empacar mis cosas y me iré.
No le creía. Su cara, que había estado roja de furia, era
gris y demacrada.
-Créeme, Chang. Nunca he sido más sería. - Tomó su bolso Dolce
Gabbana y salió, su corazón latía tan fuerte que no podía recuperar el aliento.
Se detuvo ante la puerta de la habitación de su marido, con el puño apretado
contra su pecho, y tomó unas cuantas respiraciones.
-¿Está bien, señora Shim? - La enfermera asignada a MinChang
parecía preocupada - ¿Puedo traerle
algo?
-Yo...- Ella contuvo el aliento - Estoy bien. Gracias. Voy a
estar en la cafetería si mis hijos preguntan.
A pesar de que dudaba que lo hicieran se enderezó y caminó
por el pasillo hacia el elevador.
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